A pesar de que vivo de la tecnología (más específicamente, de la programación de computadoras), no me considero un tecnófilo, ni siquiera me siento muy amigo de los aparatitos modernos que deslumbran a las nuevas generaciones. Dicho de otra manera, la tecnología es para mí apenas una compañera de trabajo; ella y yo nos llevamos bien, pero hasta ahí. Si los fines de semana puedo mantenerme lejos de ella, prefiero que así sea.
Pero reconozco que tengo una única gran debilidad tecnológica, por una nueva clase de aparatitos que me tienen mirándolos con la boca abierta y babeando. Se trata de los e-readers, o lectores de libros electrónicos (e-books). Son esas delgadas pantallitas LCD –monocromáticas, en algunos casos– que permiten cargar libros electrónicos en su memoria y llevarlos para leerlos en cualquier lado, sin necesidad de acarrear pesados volúmenes de antiecológico papel. Lamentablemente mi economía no me permite (por ahora) darme el lujo de comprarme uno... pero hay que ver el lado bueno. Mientras espero a que mi economía personal mejore, veo cómo también van mejorando (y, con algo de suerte, bajando de precios) los e-readers, que dejan de usarse sólo para transportar libros electrónicos y permiten además llevar películas, música, navegar por Internet, escribir, etc.
Al observar la oferta de e-readers y los anuncios de nuevos modelos, fantaseo eligiendo cuál voy a comprar cuando tenga el dinero necesario. Para mí no es tan importante que pueda transportar música o películas, pero sí que me permita escribir. Y si, además, me permite navegar por Internet, sería genial. El problema es que cuando se juntan todas esas funcionalidades lo que se obtiene es una computadora de tipo tablet (como la iPad de Apple), cuyo precio ya está muy, pero muy, fuera de mi alcance.
Pero si logro mantener la objetividad y no sucumbir ante la tentación de la tecnofilia, puedo llegar a encontrar una enorme variedad de e-readers, con una gran diversidad de precios y orientados a distintas clases de usuarios.
Hace poco descubrí, por ejemplo, un par de e-readers especiales para niños. Imagino que estos aparatitos lograrán algo que a los padres siempre nos pareció prácticamente imposible: que los chicos pierdan su desprecio por los libros y por la lectura. Uno de ellos se llama iXL y es de la empresa Fisher-Price, famosa por sus caros y bien diseñados juguetes. El otro se llama V.Reader y es de la empresa Vtech. Los dos se ven muy interesantes, por el hecho de que no sólo permiten leer libros electrónicos sino que ofrecen características de interactividad que son tan importantes para que los chicos no dispersen su atención (por ejemplo, que el aparatito lea en voz alta un texto seleccionado).
Pero por más atractivos, educativos, interesantes, edificantes, etc., que sean estos aparatitos para los chicos, el primero que compre va a ser para papá; o sea, para mí.
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