Un cuento sobre un niño que soñaba con ser corredor de autos de carrera.
A Juanchi le gustaban mucho las carreras de autos. Mucho, mucho muchísimo, tanto que ya tenía un disfraz de corredor con casco y todo.
El asunto había comenzado con el papá de Juanchi, que veía la Fórmula 1 todos los domingos y, desde que Juanchi era bebito, lo acompañó en su fanatismo, volviéndose fanático él también.
Desayunaban en frente de la tele, sentados en el sillón, llenándolo de migas y azúcar de las facturas y haciendo enojar a la mamá de Juanchi. A pesar de todo, ellos disfrutaban de su tradición. Y, cuando la carrera terminaba, Juanchi se iba a jugar a su cuarto con las pistas y los autos, no sin antes hacerle unos mimos a su mamá para que se le cambie el ceño fruncido. “Sólo mimos, porque de limpiar, ¡nada!”, protestaba la mamá para sí misma, mientras recibía los besos de Juanchi.
En la familia ya pensaban que el tema de las carreras, con disfraz incluido, era un poquito exagerado; pero también decían que seguramente era una etapa pasajera.
“Los chicos son así”, comentaba el abuelo. “Hoy les gusta una cosa y mañana otra”.
La cosa es que a Juanchi no le cambiaban los gustos y así siguió jugando hasta que un día pensó: “¡Eso es, cuando sea grande voy a ser corredor de autos! ¡Sííí!”, gritó de alegría para sí mismo, como gritamos todos en nuestras cabezas al hacer un gran descubrimiento.
Así fue que reunió a su familia y les contó de su gran idea, que lamentablemente no fue tomada tan bien como él hubiese esperado. Sus papás no dijeron nada, pero se quedaron mirándolo con la boca abierta. Los abuelos, viendo que los padres no decían nada, intervinieron al grito de: “¡Eso es una locura!”, seguido de: “¡Esas carreras son muy peligrosas, cómo se te ocurre!”.
El pobre Juanchi, que había creído tener una idea genial, de pronto se vio rodeado de caras preocupadas y gestos amargos.
De repente, no quiso escuchar más y, con la cabeza baja, se fue a su cuarto a jugar a desgano con las pistas y los autos. Pensó: “¡Ufa! Yo creí que a todos les iba a gustar mi idea. Y ahora, ¿qué voy a hacer cuando sea grande?”.
Jugando con el muñequito de un personaje de la tele, tuvo otra idea, y esta vez sí que su familia estaría de acuerdo.
Fue corriendo desde su cuarto hasta el living donde estaban todos tomando mate y los sorprendió diciendo: “Ya no se preocupen, no quiero ser más corredor de autos”.
Los abuelos, papás y tíos suspiraron al mismo tiempo, aliviados. “Vieron, es lo que yo decía”, agregó el abuelo. “A los chicos hoy les gusta una cosa y mañana otra”.
Entonces Juanchi terminó gritando: “¡Quiero ser corredor de motos!”.
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Juanchi y las carreras |
El asunto había comenzado con el papá de Juanchi, que veía la Fórmula 1 todos los domingos y, desde que Juanchi era bebito, lo acompañó en su fanatismo, volviéndose fanático él también.
Desayunaban en frente de la tele, sentados en el sillón, llenándolo de migas y azúcar de las facturas y haciendo enojar a la mamá de Juanchi. A pesar de todo, ellos disfrutaban de su tradición. Y, cuando la carrera terminaba, Juanchi se iba a jugar a su cuarto con las pistas y los autos, no sin antes hacerle unos mimos a su mamá para que se le cambie el ceño fruncido. “Sólo mimos, porque de limpiar, ¡nada!”, protestaba la mamá para sí misma, mientras recibía los besos de Juanchi.
En la familia ya pensaban que el tema de las carreras, con disfraz incluido, era un poquito exagerado; pero también decían que seguramente era una etapa pasajera.
“Los chicos son así”, comentaba el abuelo. “Hoy les gusta una cosa y mañana otra”.
La cosa es que a Juanchi no le cambiaban los gustos y así siguió jugando hasta que un día pensó: “¡Eso es, cuando sea grande voy a ser corredor de autos! ¡Sííí!”, gritó de alegría para sí mismo, como gritamos todos en nuestras cabezas al hacer un gran descubrimiento.
Así fue que reunió a su familia y les contó de su gran idea, que lamentablemente no fue tomada tan bien como él hubiese esperado. Sus papás no dijeron nada, pero se quedaron mirándolo con la boca abierta. Los abuelos, viendo que los padres no decían nada, intervinieron al grito de: “¡Eso es una locura!”, seguido de: “¡Esas carreras son muy peligrosas, cómo se te ocurre!”.
auto. |
De repente, no quiso escuchar más y, con la cabeza baja, se fue a su cuarto a jugar a desgano con las pistas y los autos. Pensó: “¡Ufa! Yo creí que a todos les iba a gustar mi idea. Y ahora, ¿qué voy a hacer cuando sea grande?”.
Jugando con el muñequito de un personaje de la tele, tuvo otra idea, y esta vez sí que su familia estaría de acuerdo.
Fue corriendo desde su cuarto hasta el living donde estaban todos tomando mate y los sorprendió diciendo: “Ya no se preocupen, no quiero ser más corredor de autos”.
Los abuelos, papás y tíos suspiraron al mismo tiempo, aliviados. “Vieron, es lo que yo decía”, agregó el abuelo. “A los chicos hoy les gusta una cosa y mañana otra”.
Entonces Juanchi terminó gritando: “¡Quiero ser corredor de motos!”.
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