Un viejo guerrero Samurai, que en su juventud logró sobrevivir a los embates de diversas guerras entre señoríos, presintió que sus días en este plano de vida se terminarían pronto, y decidió dar lo poco que tenía a sus tres únicos hijos, los cuales también eran samurais, pero de un nivel de pelea muy básico.
Como él presentía que su destino con el Tan Tien (“mar de la energía”, según las filosofías orientales) se acercaba decidió que no sería posible enseñar
Kenjutsu por completo a sus tres hijos, por lo que se puso muy triste, pues sin duda, después de su partida, ellos serían presa fácil de otros guerreros de mayor nivel.
Mientras se preparaba espiritualmente en meditación para su partida, le llegó una visión y una forma de dar el último legado a sus jóvenes hijos.
Mientras hacia un recuento de las posesiones en armas que tenía y al observar las flechas que había forjado años antes como regalo para sus hijos (las flechas tienen una simbología muy particular para los japoneses, pues denotan el vehículo con que se trasladan los deseos y las metas, y su objetivo es no regresar del lugar donde salieron), así comparó los deseos que dejaría como último legado para sus tres hijos.
Días más tarde convocó a los tres para dar sus bendiciones y para heredarles lo que les correspondiese a cada uno. En ese momento dijo: “Sé que ustedes seguirán mis pasos como guerreros y que aún son muy jóvenes e inmaduros en las artes del sable. No obstante que sus técnicas son complementarias y que sólo les enseñé a atacar y no a defender, tengo una herencia más para darles. Sepan que en estas flechas está el secreto para que ustedes puedan ser invencibles, a pesar de que sólo saben técnicas de ataque.”
Los tres muchachos se quedaron sorprendidos, mirándose entre si, pues no sabían como tres flechas habrían de hacerlos invencibles. El anciano se sonrió y les entregó una flecha a cada uno de ellos. Los chicos las miraron y quedaron mas confusos pues las flechas no parecían tener alguna cualidad superior y uno de ellos dijo:
“Padre gracias por tu regalo y por entregarnos estas flechas, pero dime ¿Cómo es que esta simple flecha me va hacer invencible?
El anciano le dijo:
“Si decides romper esta flecha con tus propias manos seguramente lo lograrás sin ningún tipo de problema, pero si juntas las tres te será imposible romperlas. Júntalas de una sola vez e intenta romperlas tan solo con tus manos.”
El chico comprobó que su padre tenía razón, pues a pesar de que eran simples flechas, estaban hechas de maderas duras, y al juntar las tres no se podían romper.
El anciano sonrío de nuevo al ver que ninguno de los tres pudo romper el grupo de flechas y continúo diciendoles:
“Así como el estilo de estas tres flechas es el de solamente atacar su objetivo, el de ustedes es igual, pero pongan atención, pues esta es la herencia más importante que les dejaré. Las flechas son indestructibles si se juntan, pero si se deja una sola, cualquiera podrá romperla. Estas flechas representan a sus cualidades y a sus personalidades de combate. De igual manera, para que ustedes sean invencibles, siempre deberán pelear juntos y atacando de una manera definitiva y sin titubear, pues el día que decidan pelear solos será el último: rota una de las flechas las otras son más fáciles de romper. Esta es la manera de que los tres sean invencibles a pesar de que sólo saben ataques y no defensas.”
Desde entonces ninguno de los tres hermanos se atrevió a pelear solo y desde ese momento juntos fueron invencibles.