Metegol es una película de animación que no proviene de Disney, ni de Pixar, ni de ningún estudio de Hollywood, y cuenta una historia con la que se identificarán muchos chicos argentinos -y por qué no uruguayos, aunque ellos mejor lo llamarían futbolito- que disfrutan pegándole a una pelotita con unos muñequitos de plomo adheridos a un palo giratorio.
La historia es más o menos así:
Amadeo vive en un pueblo pequeño y anónimo. Trabaja en un bar, juega al metegol mejor que nadie y está enamorado de Laura, aunque ella no lo sabe.
Su rutina sencilla se desmorona cuando Grosso, un joven del pueblo convertido en el mejor futbolista del mundo, vuelve dispuesto a vengarse de la única derrota que sufrió en su vida. Con el metegol, el bar y hasta su alma destruidas, Amadeo descubre algo mágico: los jugadores de su querido metegol hablan ¡y mucho! Juntos se embarcarán en un viaje lleno de aventuras para salvar a Laura y al pueblo y en el camino convertirse en un verdadero equipo. Pero, ¿hay en el fútbol lugar para los milagros?
El director de la película, Juan José Campanella, describe de la siguiente forma a los personajes:
Nuestros protagonistas descubren tras varios años de rutina que deberán poner el cuerpo y enfrentarse a un nuevo mundo con reglas muy distintas a las conocidas. Amadeo, un chico retraído pero virtuoso, dejará la vida segura de los controles de su juego favorito, y se pondrá al frente de un equipo de locos dispuestos a recuperar su pueblo, pero sobre todo, la dignidad. El Capi, un dogmático del fútbol y de la vida forjado a plomo y de 20 centímetros de estatura, recorrerá un camino inverso. Su sabiduría es infalible dentro del perímetro en el que supo enfrentar a sus eternos rivales durante décadas. Pero fuera de la cancha las cosas son diferentes y los códigos del fútbol no siempre funcionan. Así, El Capi y sus secuaces acostumbrados a poner el pecho a las situaciones más complicadas, invertirán los roles con Amadeo y pasarán a estar ellos en los controles.