2014-02-22

Creer para ver. Cuento de causa y efecto, al revés

Estamos demasiado habituados a suponer que para creer algo, primero tenemos que verlo. Ese es el principal obstáculo que se interpone entre nosotros y la concreción de nuestros objetivos y nuestras metas. Para vencer ese obstáculo, debemos comenzar a invertir nuestro concepto de causa y efecto.



cuento de causa y efecto
Cerré los ojos.

Pensé en un pollo al horno con papas.

Abrí los ojos y lo vi.

Estaba en una penumbra total (todavía no había salido el sol), pero lo vi.

Vi la asadera saliendo del horno, despidiendo volutas de humo que buscaban raudas el cielorraso. Vi la piel del pollo dorada y brillante, salpicada aquí y allá de orégano, perejil y ajo. Vi las papas con su interior blando y su corteza crocante.

Se me hizo agua la boca, y eso que no tenía hambre (o tal vez un poco). Pero al menos ya tenía resuelto el almuerzo.


Cerré los ojos de nuevo.

Pensé en un mundo feliz. Lo pensé un buen rato.

Abrí los ojos.

causa y efecto - planeta feliz
Vi al sol comenzando a asomar desde atrás de la casa de enfrente.

Escuché el ruido de una ducha y de alguien que cantaba, viniendo desde la casa de al lado. Vi a las palomas picoteando concienzudamente entre el pasto. Un fuerte y musical silbido llegó desde la calle. Era un vecino, pedaleando su camino al trabajo al son de un tango imposible de identificar. Pronto tendría que enfilar yo también hacia mi trabajo, pero después de una ducha, un café y una tostada.

Cerré los ojos una vez más.


Pensé... Pensé que más vale pensar algo bueno, sabiendo lo fácil que es que se haga realidad.

Cuento de causa y efecto, al revés

Creemos que recién podremos ser felices cuando se cumplan una larga lista de condiciones. Creemos que recién podremos librarnos de nuestras preocupaciones cuando se resuelvan todos nuestros problemas. ¿Qué tal si hacemos al revés? ¿Qué tal si primero somos felices, y después vemos cómo las condiciones cambian a nuestro alrededor? ¿Qué tal si primero sentimos alivio de nuestras preocupaciones, y después vemos cómo las soluciones a los problemas se revelan a sí mismas?

Yo vivía abrumado por las deudas. Pasaba las noches en vela pensando en cómo mis deudas crecían como una bola de nieve, angustiándome inútilmente, desperdiciando horas que debía destinar al descanso mental y físico. Hasta que decidí empezar a creer firmemente que mis problemas ya estaban resueltos.


Opté por aplicar algo que aprendí en las clases de yoga. Me relajé (tal como me enseñó la profe de yoga, serenando la respiración, recorriendo mentalmente todos mis músculos, etc.) y comencé a recitar un sankalpa: una frase corta, positiva, en tiempo presente, que exprese la concreción de un objetivo. Mi sankalpa fue: "estoy aliviado por que todas las dificultades económicas que me acosaban han encontrado solución".

Comprendí que el sankalpa es simplemente una inversión en el cuento de causa y efecto. Lo que hace esa frase es poner lo que normalmente asumimos como efecto (la sensación de alivio) como causa, y lo que normalmente consideramos una causa (que las dificultades hayan encontrado solución), como efecto.

Me propuse sentir ese alivio, que yo estaba convirtiendo en causa, como real. No se trataba de fantasear con que mis problemas hubieran desaparecido, si no de sentir plenamente el alivio en el cuerpo y en la mente; sin juzgar, sin analizar, sin pensar, sin dudar. Sólo sentir alivio, y sentirlo intensamente. Nada más.


Busqué en mis recuerdos sensaciones de alivio anteriores; por ejemplo, cuando en la facultad había terminado de dar un examen que me había tenido angustiado durante meses. Reviví esa sensación de liberación, de paz, de serenidad, y procuré hacerla durar aunque fuera unos segundos. Me propuse que cada vez que mis problemas invadieran mi mente, buscaría esa sensación de alivio y me aferraría a ella como a un salvavidas que me saca de un remolino.

A pesar de mis dudas y mi escepticismo, me propuse mantener esa línea de conducta durante el tiempo que fuera necesario: en cada ocasión que pudiera, me relajaría y repetiría el sankalpa, y cada vez que el remolino de las preocupaciones quisiera tragarme, buscaría el salvavidas del alivio.

No fue algo inmediato. La paciencia tiene sus recompensas. Pero inevitablemente los engranajes cósmicos empiezan a girar y las soluciones comienzan a tomar forma, hasta que se hacen visibles como caminos que se revelan al disiparse la niebla. La inversión de causa y efecto dio sus resultados.




 
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