El vocabulario soez (es decir, el conjunto de las palabrotas que conforman el “lado oscuro” de cualquier idioma) es un curioso objeto de estudio de lingüistas que, a pesar de su elevada cultura, se pasan el día hablando groserías.
Hay miles de palabrotas y cada una tiene su origen particular. Las hay recientes y las hay clásicas; estas últimas remontan su origen al latín o el griego de los años anteriores a Cristo.
Cada palabrota tiene un significado, un origen y una historia. No vamos a promover el uso de ninguna, pero queremos destacar dos casos interesantes, pertenecientes al lunfardo argentino, que pasaron de designar a personas valientes y gallardas, a convertirse en burdos insultos. Estas palabras son: pelotudo y boludo (por favor, sepan disculpar el lenguaje).
Hace un par de siglos, estas dos palabras designaban a integrantes destacados de los ejércitos de gauchos que lucharon contra los españoles en las guerras por la independencia.
Las armas que usaban estos gauchos eran muy rudimentarias, a diferencia del moderno armamento que traían los españoles. Los gauchos usaban pelotas (piedras grandes con un surco por el que ataban un tiento), boleadoras y facones; estos últimos se ataban a cañas para improvisar lanzas. Algunos pocos contaban con antiguas armas de fuego.