El escritor Alekséi Tolstói fue quien, en el siglo XIX, escribió esta versión de la historia popular rusa del nabo gigante, ideal para contar a los chicos del kinder por su lenguaje sencillo y su carácter repetitivo y predecible.
Para niñas y niños de 2 a 5 años
Hace mucho tiempo, un anciano y una anciana vivían juntos en una vieja casa que tenía las paredes inclinadas y un gran huerto bastante descuidado.
El anciano y la anciana tenían seis canarios amarillos, cinco gansos blancos, cuatro gallinas moteadas, tres gatos negros, dos cerdos panzones y una gran vaca marrón.
Una hermosa mañana del mes de marzo, la anciana se despertó, se sentó en la cama, olió el fragante aire de primavera y dijo: ”¡Es hora de que sembremos las hortalizas!”, y el anciano y la anciana se fueron al huerto.
Sembraron arvejas y zanahorias, papas y porotos. Y por último, nabos.
Esa noche llovió -¡chop, chop!- en el huerto de la vieja casa con las paredes inclinadas. El anciano y la anciana se durmieron con una sonrisa en los labios.
La lluvia ayudaría a que las semillas se hincharan y produjeran hermosas hortalizas, muy apetitosas.
La primavera pasó y las hortalizas maduraron bajo el sol del verano. El anciano y la anciana recogieron sus zanahorias y papas, y sus arvejas, porotos y nabos. Al final de la hilera sólo quedaba un nabo por recoger.
Parecía muy grande. De hecho parecía un nabo gigante.
Una hermosa mañana del mes de septiembre, el anciano se despertó, se sentó en la cama, olió el fresco aire otoñal y dijo: “Es hora de que recojamos el nabo”.