¿Qué puede tener que ver la erosión fluvial con la unión familiar? Es una metáfora para ilustrar cómo una familia unida puede sobrellevar mejor los problemas. Pero mejor, leamos el cuento, que sirve tanto para la clase de lengua como para la de naturales.
La familia Junco |
Había una actividad que los Junco disfrutaban mucho: hamacarse todos juntos con las olas que hacían los barcos al pasar por el río. Cada vez que escuchaban el motor de un barco acercándose, los Junco se amuchaban y esperaban a que llegaran las olas para moverse de acá para allá.
Como pasa en todas las familias, cada uno de los Junco tenía sus planes. Los de Pedrito (el menor de la familia) eran simples y de corto plazo: irse lo más rápido posible a jugar con sus amigos ni bien volvía de la escuela. Los de los hermanos mayores, Lorena y Sebastián, eran más ambiciosos: ellos querían mudarse a sus propios recodos para tener sus vidas independientes.
Papá y mamá Junco también pensaban en mudarse. Como los hijos mayores se iban de casa, papá y mamá querían irse a un lugar más chico, donde no hubiera tanto que arreglar y estuvieran más cerca de sus trabajos.
El abuelo era el único que quería quedarse. Él había echado raíces en ese recodo con mucho esfuerzo cuando era joven, y no estaba dispuesto a irse.
Con el tiempo, cada Junco fue haciendo realidad sus planes. Lorena y Sebastián se fueron a vivir solos; papá y mamá consiguieron un lugar más cerca del centro y se mudaron allí con Pedrito. Pero el pequeño Junco casi nunca estaba en casa; apenas volvía de la escuela se iba a jugar afuera con sus amigos. Y el abuelo se quedó sólo, ya que no pudieron convencerlo para que también se mudara.
Cada uno de los Junco seguía practicando por su cuenta el deporte favorito de la familia: hamacarse con las olas que hacían los barcos. Pero hacerlo solos no era tan divertido como hacerlo en familia. Además, era peligroso: al estar solos, los Junco no podían evitar la erosión del suelo que causaban las olas.
El primero en sufrir las consecuencias fue el abuelo. Un día, cuando pasó por el río un catamarán que hizo olas enormes, el pobre casi sale flotando a la deriva.
Vegetación ayudando a evitar la erosión |
Después de debatir un buen rato, los integrantes de la familia debieron aceptar que el problema les afectaba a todos, y no sólo al abuelo; al estar cada uno por su lado, quedaban a merced del oleaje que debilitaba sus raíces. Entonces era mejor que volvieran a estar todos juntos, pero ninguno quería dejar de lado sus planes. ¡Qué dilema!
Finalmente decidieron juntarse de vez en cuando para pasar tiempo juntos, aunque no fuera todo el tiempo. De esa forma compartirían el suelo, y sus raíces podrían mantenerse fuertes y resistir a las adversidades. Lo bueno de las familias es que, para estar unidas, no necesitan estar todo el tiempo juntas.