Una fábula que enseña tácitamente a utilizar el coraje y la determinación para vencer obstáculos y alcanzar objetivos.
Una tía que cuenta cuentos, más que tía es una amiga (parafraseando a Martín Fierro). Nuestro amigo Pablo Wahnon nos contó este cuento, que a su vez se lo contaba su querida tía Raquel, y nosotros se lo contamos a nuestro ilustrador Pablo, quien hizo el dibujo que ilustra el texto. En él se ve a la ardilla protagonista utilizando la bellota mágica para empequeñecer al elefante y al cocodrilo.
Como un homenaje a la tía Raquel, esperamos que este cuento llegue a muchos tíos y tías, para que alegren con la narración a sus sobrinos, y éstos a los suyos, durante muchas generaciones. Ahora sí, sin más preámbulos, pasemos al cuento.
La ardilla y su bellota mágica
La ardillita y su bellota mágica |
Cuando se fue a dormir estaba muy triste. Se acercó su mamá y le contó lo que le pasaba. Y entonces su mamá se fue y al ratito volvió y le dijo:
- Mirá lo que te traje.
- Es una bellota - dijo la ardillita.
- Sí, ¡pero no es una bellota cualquiera, eh! - dijo su mamá -. Es una bellota ¡¡¡mágica!!! Con esta bellota, si la agarrás bien bien fuerte, vas a sentir mucha fuerza y nadie te podrá enfrentar.
Al otro día, la ardillita guardó la bellota en su guardapolvo. Y salió de su casa. Se encontró con el elefante. Y el elefante le dijo:
- ¡Andate de acá, no te voy a dejar pasar!
La ardillita sintió miedo... pero se acordó de la bellota, así que puso la mano en el bolsillo y la apretó bien bien bien fuerte. Y pronto sintió que el elefante se hacía chiquito.
- ¡Andate elefante! Yo hoy tengo que ir a la escuela. ¿Vos quién sos para decirme lo que tengo que hacer? ¡Fuera, elefante, FUERA!
Y el elefante sintió que la ardillita le gritaba y se asustó, y así se fue corriendo... ¡patitas para qué te quiero!
Siguió caminando y apareció el cocodrilo que le abrió la boca bien grande. Pero la ardillita ya sabía que tenía la bellota y de nuevo enfrentó al cocodrilo y este salió corriendo, ¡patitas para qué te quiero!
Por último, apareció el león, el animal al que más miedo le tenía. Pero también usó su bellota mágica, y el león sintió que la ardillita se le venía encima y también salió corriendo... ¡patitas para qué te quiero!
Y así la ardillita llegó a la escuela, y vio a sus amigos y a su maestra y, llena de alegría, sintió que ahora era ella quien podía decidir todo lo que podía hacer.
. . .
Agradecemos a Pablo por compartir este cuento y por permitirnos publicarlo, para que todo el que lo escuche o lo lea sepa que tiene, en la palma de su mano, toda la magia que necesita para vencer los obstáculos que se le ponen delante todos los días. Basta con apretar fuerte la bellota mágica para que los elefantes, los cocodrilos y los leones que nos quieren cortar el paso se hagan chiquititos y salgan huyendo.
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